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En una sociedad donde el éxito es un factor determinante para la vida individual y común de las personas, tiene una gran presencia la figura del triunfador. Alguien considerado ambicioso, resuelto y atractivo, capaz de convencer y alcanzar sus metas, en muchas ocasiones a expensas de los demás.

A pesar del encanto que se les suele atribuir a la gente considerada ‘de éxito’, muchas veces estas personas dejan a su paso un profundo rastro de dolor en las personas de su entorno debido a su incapacidad para sentir remordimientos.

Hablamos de la mente psicópata, un concepto complicado ya que, aunque existen pruebas precisas como la PCL-R de Hareque es capaz de evaluarla y certificarla, y, por tanto, se entiende como un trastorno, el conjunto de psicópatas encajan en una única categoría.

Se organizan, eso sí, en dos grandes grupos. El individuo que carece de conciencia por la imposibilidad de aprender del miedo, y otro que cede en su comportamiento a impulsos intensos a pesar de las consecuencias negativas que le pueden deparar.

Las personas que se corresponden con el segundo caso suelen alcanzar sus metas de una manera éticamente cuestionable, mientras que los del primero tienden a cometer errores graves que satisfacen sus impulsos.

La falta de empatía y la conducta amoral bajo una apariencia normal, mezclada con ambición, son los rasgos definitorios de la mente psicopática. La falta de miedo es clave en este contexto: si no sienten miedo, carecen de experiencia emocional y no desarrollan una conciencia fuerte respecto al alcance real de sus acciones.

Los psicópatas exhiben una activación muy baja en la amígdala que está directamente relacionada con el miedo, al tiempo que presentan una menor producción de serotonina, una circunstancia que influye en el carácter desinhibido de su conducta.

Su falta de ansiedad y evasión de situaciones amenazantes se atribuye a la inexistente activación de la amígdala y al débil impacto emocional que no se graba en su memoria.

Se cree que este déficit amigdalar y las anomalías en el hipocampo explican la dificultad de los psicópatas para sentir remordimiento.

Curiosamente, las imágenes de dolor activan en sus cerebros el núcleo accumbens, asociado con el placer en lugar del miedo o la compasión.

Así todo, los psicópatas combinan funcionamiento cerebral, motivaciones y conductas para alcanzar sus ambiciones sin reparar en las consecuencias.